¿Poder cambiar el poder?
A veces la vida es complicada. Defender tus ideas, tus sueños y tus ilusiones frente a la sociedad o frente a tu familia parece imposible. Comprendo que entre una madre y un hijo hay varias generaciones de diferencia. Es normal que haya disonancias de ideas, de prioridades o de conceptos. A mi parecer, lo que tengo claro desde siempre, es que nunca va a haber diferencias entre lo que está bien, y lo que está mal. Pasen los años que pasen, el respeto de hablar bien a un individuo será primordial. La libertad de elegir y equivocarse, el asumir tus errores e intentar corregirlos y sobre todo el no mirar nunca a nadie por encima del hombro; es lo que yo intento enseñar a mis hijos con toda mi alma.
Esta reflexión viene de una conversación que tuve hace unos días con mi señor Jefe. No os la voy a narrar al cien por cien por tema de denuncias o improperios. Solo os diré que parece que la esclavitud en Barcelona no se ha extinguido. En este punto tendría que dejar claro que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, y que todo forma parte de mi imaginación. ;) ;) (Por si resulta que algún día, mi blog se hace famoso y alguien se pueda sentir identificado). Cómo sabéis llevo trabajando en diferentes tiendas de esta ciudad, muchos años. Y he visto mucho “negrero” por ahí. “Negrero” no pretendo que sea una ofensa actual; que visto como está el patio del feminismo y las diferentes etnias; ofendiéndose solo con mirarlas, hay que tener mucho cuidado con lo que se dice o escribe. “Negrero” significa, según la Real Academia Española de la lengua: persona que se dedicaba al comercio ilegal de esclavos negros. También hay una explicación más actual; dice así: que explota a sus subordinados o los trata de forma cruel e inhumana. (Única chica cosmo a parte de divertiros, os enseña).
Precisamente a esta acepción es a la que me refería hoy. Barcelona, la gran ciudad Condal, donde sus calles están plagadas de comercios de hace más de cincuenta años; con sus mostradores de madera auténtica y con su solera. Estas tiendas vintage que tanto gustan a los hipsters de hoy en día. El gótico, el barrio de Gràcia, las callejuelas que rodean la catedral, o mi querido Sant Antoni; es un ejemplo de ello. Todos los pequeños comerciantes piden que se haga ”comerç de barri” que las grandes empresas como Inditex, Ikea, Apple o Amazon, se los están comiendo. Todo muy bucólico, romántico y entrañable. Pero ¿qué pasa detrás de esos mostradores con cien años de historia? ¿Quiénes son esos jefes, de pelo blanco, tan amables y con tanta sabiduría encima? Yo, os desvelaré la verdad.
La gente creo que tiene un concepto visual como Geppetto (el papá de Pinocho). Un hombre amable, haciendo sus muebles de madera artesanales, cobrando un precio justo por ello, con una educación y un trato impecable. Ir borrando esa imagen de vuestras cabezas por favor. Os aseguro que la realidad es muy distinta.
Por no poner en el saco a todos los pequeños comerciantes de Barcelona, hablaré solo de mi Jefe. Hay que ser justa, y puede que uno o dos, no sean así. Mi jefe tiene sesenta y pico años. Heredó la tienda de su padre y cuando él se jubile le pasará el testigo a su hija. Él tiene la curiosa costumbre de hablar gritando. Piensa que, por tener la suerte de haber heredado la tienda, está por encima de todos y de todo. Él aprendió de su padre y no ha innovado nada en sesenta años. Cómo es un señor, que lleva tantos años en este negocio, no quiere saber nada de las actuales técnicas de venta, de internet, del visual merchandising, o de todas las novedades que han avanzado en el tema comercial desde que él era joven.
Pero lo que más me molesta de su proyecto empresarial, es la actitud déspota que tienen ante todas las personas que trabajan para él. Nunca le puedes dar opiniones, ideas, o consejos. Éso me la trae al pairo, es su tienda y si no quiere renovar nada, se acabará muriendo. Lo que me jode de verdad (y siento la palabrota) es que se crea que tú trabajas para él sin pedir nada a cambio. Olvídate de cogerte un fin de semana, o de planear tus vacaciones con seis meses de antelación, porque no sabes qué días te tocan hasta casi final de junio. También me repatea, el que tengas un cierto deber hacia él. Y no empresarial precisamente, sino más bien esclavista. Da igual los años que lleves trabajando para él, que te cambia el horario como él quiere. Si necesita que no hagas tu fiesta semanal porque él quiere ir al gimnasio que así sea. Si todas esas cosas lo acompañasen con un sueldo digno, lo aguantarías mejor. Si te ayudasen a crecer como trabajadora, si comprendieran que eres una persona y que tú también puedes coger una baja. O necesitar un día para ir al banco, o para cuidar a tu madre; por supuesto que estarías orgullosa trabajando para él. Pero a parte de no hacer nada de esto, hagas lo que hagas en la tienda, nunca, nunca te darán las gracias. Eres un cero a la izquierda, y siéntete afortunada por tener trabajo en los tiempos que corren. O eso te dice todo el mundo. Así, que obedece, ves a la tienda que él quiera, no tengas vida y no exijas cobrar más.
Ante esta situación, he decidido intentar cambiar de vida y ponerme a estudiar lo que me gusta: la escritura. Ya que si, a veces, no te sientas a reflexionar y a coger tu vida por los cuernos, nadie lo hará. Sé que serán unos años muy difíciles. Soy madre soltera, trabajadora de una tienda, esclava de un negrero y con una madre, que sin dudar, apoya más a mi jefe que a mí. Debe ser que son de una edad parecida, o quizás mi madre asumió, desde hace años, su servidumbre a este mundo.
La conversación con ella, que vino a continuación de la de mi jefe, fue: “cariño estás sana, tienes trabajo, puedes pagar tu casa y las cosas de tus hijos. No sueñes con ser escritora que te vas a estrellar. Confórmate con lo que tienes que ya es bastante. ¿A qué intentas aspirar? Olvídate de tus sueños y asume que siempre serás una dependienta mal pagada y con un jefe negrero”¿Con una madre así, quién necesita una Maléfica?
Por suerte, hace mucho tiempo que dejé de escuchar a personas conformistas. Tendré que trabajar algunos años con el “negrero”, tendré que sacrificar tiempo y dinero para mejorar en la escritura, pero quién sabe si eso, me dará la felicidad de trabajar en algo que me encanta, sin nadie que me intente minar la moral, cada vez que me ve, o que me habla.
Así que a la gente que está en mi situación: simple esclava de negreros, o como se dice formalmente: dependiente de comercio en la ciudad de Barcelona. Os ruego que en la medida de lo posible, intentéis cambiar de actitud, que las palabras de vuestro Jefe sean oídos sordos para vosotros. Que tú sepas que vales mucho y que no pretendas oírlo de nadie más que de ti. Que los dependientes no son personas sin estudios. Que el saber vender, es el oficio más difícil que existe. Somos psicólogas, adivinas, decoradoras, inventamos menús y sabemos cortar carne finita finita para que la abuela no se atragante.
Y a los que no teníais ni idea de todo esto. Acordaos de esto, cuando vayáis a una tienda pequeñita de Gràcia, a comprar un vino para una cena especial. O a Sant Antoni a comprar una tela que ya no encuentras en el resto de Barcelona. Observar, que quién está detrás del mostrador, no es el viejito adorable que lleva cincuenta años en una tienda; sino, un negrero que tiene a esa pobre chica esclavizada por mil euros al mes.
Pero no quiero acabar este texto tan pesimista. Mi realidad es así, y estoy luchando por cambiarla. Quiero mirar al futuro con esperanza, y cuando las tiendas pasen de padres a hijos o de abuelos a nietos, la dinámica no sea ésta. Al final los “negreros” se extinguieron, ¿verdad? El mundo se dio cuenta de la libertad individual de las personas, de que somos humanos, tomamos decisiones y a veces erramos. Y para mí, un trabajo es un concepto donde yo doy mi sabiduría y mi experiencia, y tú me das un sueldo y unos días de fiesta. Nadie es mejor que nadie, porque al final, una tienda no se sostendría sin las personas que venden. Y las dependientas no tendrían nada que vender si no hubiera una tienda. ¿Fácil, verdad? Pues intentemos hacer llegar al mundo este concepto y erradicar por fin la esclavitud empresarial.
Única chica cosmo, madre de Adolescentes, rompedora de cadenas, la que no se conforma, y la que quiere que la palabra “negrero” solo tenga una acepción. La que se daba en la antigüedad. ¿Me ayudáis a conseguirlo?
Comentarios
Publicar un comentario