A palabras dulces, oídos salados.
Yo siempre me he caracterizado por ser muy “cute”. Término anglosajón para definir lo que en España sería “cuqui”. Yo soy “cute”, terroncito de azúcar, “princesa piruleta” y me siento muy orgullosa de ello. No es en el primer post que lo comento, ni será el último donde lo defienda, pese a quién le pese. Adoro decir las cosas buenas como las siento; ya seas mi novio, mi amigo, mi compañera de trabajo o una desconocida guapa, que veo en la barra de un bar, mientras me pido un gintonic. ¿Por qué a la gente le cuesta tanto decir las cosas positivas de los demás? Desgraciadamente en mi trabajo es un clásico. Puedes hacer miles de favores a la gente. Quedarte media hora más de tu tiempo para que ellas puedan recoger su pedido; ir a casa de una clienta a medir unas ventanas, o aconsejarles sobre qué colcha les quedará mejor. Y éso, nadie lo agradece. ¿No os da pena? A veces odio vivir en un mundo así.
Últimamente me da la sensación de que la gente está muy enfadada con la vida, o lo que es peor, consigo misma. Puedo entender ciertas cosas, creo que mi inteligencia llega para ello. Comprendo las rupturas complicadas, donde te sientes como una mierda y no quieres saber nada de nadie. Eso, lleva un proceso de recuperación, que en algunos casos puede durar bastantes meses. Y mientras tanto, da igual que conozcas a la mismísima Scarlett Johansson, que no le vas a hacer ni puto caso. Solo os diré el consejo de una chica, que desgraciadamente ha tenido bastante mala suerte en el amor: intentar que vuestra pena no dure demasiado. Mi padre me enseñó que la vida es corta, muy corta; que en cualquier momento te falla el corazón, los pulmones o te da un ictus irreparable. Podéis tardar años en encontrar el amor de vuestra vida y que solo dure un tiempo efímero, ya que la muerte venga y arrase con todo. Eso, por desgracia, es lo que le pasó a él. Por eso, mi consejo, es que no perdáis el tiempo entre lloros y quejas, entre pañuelos y duelos, entre buscaros a vosotros mismos y a vuestra alma, ya que os podéis plantar con cuarenta años sin haber vivido, de verdad, en los últimos diez. Solo tendréis el recuerdo de haber visto pasar los años de una manera monótona y fugaz.
Esto puede sonar incongruente respecto a mi anterior blog. Os aseguro que no es mi intención. Solo quiero que cada uno encuentre su equilibrio, cosa bastante difícil, entre la pena y la alegría: entre su soledad y su multitud, entre tener prisa y vivir demasiado despacio. A veces es bueno recordar que la vida no es eterna, que en cualquier momento se acaba y todos los sueños que tenías por hacer, o todas las palabras que tenías por decir, se quedan mudas. Y realmente, creo que es, demasiado coñazo convertirse en fantasma, para poder decir y hacer todo lo que nos queda pendiente. El blanco nunca ha sido mi color, y ante las dudas que tiene la gente entre creer o no creer en ellos, nos pasaríamos un milenio para decir un “te quiero” nunca dicho. Mejor hacerlo en vida, ¿no? Así que yo, en estas semanas que he estado de baja, me ha dado mucho por pensar en estas cosas, y he decidido, a parte de no tener prisa, aunque me cueste ;) (mirar blog anterior); sentir, hacer y decir las palabras cuquis siempre que quiera.
Así que por mucho que a la gente que no es mi pareja, le suene raro que le diga :”buenos días corazón”. Yo siempre voy a decir palabras bonitas y “ñoñas” a las personas que aprecio. Es una seña de mi identidad, es mi must, es mi vida o la forma que tengo de vivirla. Pido perdón si esas “ensordecedoras palabras bonitas” (una sinestesia de manual) han molestado a alguien, han hecho creer algo que no era, han pensado que eran falsas… Hay gente tan desconfiada que le dices algo bueno y te miran raro. O chicos, con un muro tan grande en su corazón, que les dices un piropo y ya piensan que quieres convertirlos en tu marido. O gente tan necesitada de amor, que se emociona por cualquier gesto que puedas tener hacia ellos. Y eso, vuelvo a repetir, me da una pena enorme. ¿Cómo podemos soportar vivir en un mundo así?
El amor, lo diré hasta el fin de mis días, es, rectifico, debería ser, lo que mueve el mundo. Cuando me fijo en la gente por la calle, la veo triste, enfadada, rabiosa, con odio y muy preocupada. Pase lo que pase en sus vidas, nadie debería de sentirse así. Buscad un momento de vuestro tiempo y dedicároslo a vosotros. A pensar en algo que os haga feliz, mejor dicho a hacer algo que os haga feliz. Porque el lunes que viene, que espero poder salir por fin a la calle, quiero ver a la gente reír, alegre, con ojos brillantes. Y sentirme orgullosa de que pase lo que pase en este mundo, nadie nos quitará la felicidad.
Agradezco (hoy sí que los pongo al final), todas las conversaciones y palabras que he tenido con Mr. Locuaz. Le dedico estas líneas porque me ha inspirado, enseñado y ayudado en muchas cosas. Le devuelvo el favor escribiéndole este texto, que un poquito, espero que le ayude a pasar el mal momento que está viviendo. Sé que es un chico absolutamente extraordinario, y pase lo que pase en su vida lo va a superar. Y cuando lo haga, estaré preparada para que pague su apuesta perdida. Como no encontró el calabacín en el guiso que le preparé, aún me debe una cena. En un restaurante con manteles blancos y pasta casera, como nos gusta; eso sí, sin mucho marisco y con muchos chicles de fresa.
Personalmente me ha encantado el blog.
ResponderEliminarEstoy seguro que esto chico a aprendido mucho contigo y te tiene un gran aprecio. En un futuro seguro que te devolverá esa cena. 😘