Él.
A veces, las personas, decimos o hacemos cosas sin querer.
Tenemos momentos de locura transitoria (como dirían en los tribunales de hoy en
día) y soltamos a bocajarro, palabras que, pueden herir a la persona que más
quieres. No es que en ese momento exacto, no sintamos que tu novio es un
completo gilipollas. Porque os aseguro que lo es. Sino que es, en ese momento
específico, dónde lo sentimos. Al segundo siguiente, nos da pena haber dicho
todas esas palabras feas, a un ser tan tierno como tu novio. Pero al minuto, te
vuelven las ganas de matarlo, cuando accidentalmente, se te resbala la maleta y
él empieza a reírse diciéndote: ¡cuidado cari!
Admitámoslo, las mujeres somos mucho más emocionales que los
hombres, (debe ser por la ovulación) y ellos, hay cosas de nosotras, que nunca
van a entender. Cómo ¿por qué estamos más sensibles cuando nos viene la regla? Quién
dice sensibles, dice bordes, de mala leche, con ganas de llorar sin motivo
alguno, impacientes… Y es que queridos míos, cuando una mujer ovula, es mejor no
hacerle mucho caso. Porque digas lo que digas, va a estar mal. Yo especialmente,
tengo reglas muy fuertes y me cambia totalmente el humor. Cómo decía él: eres
un angelito veinticinco días al mes, y el mismísimo Belcebú los cinco restantes.
Y es que para mí desgracia, el día que decidí cortar con él, tenía la regla.
Han pasado tres semanas, y a punto de volverme a venir,
siento que le hecho mucho de menos. Ha sido la ruptura más difícil de mi vida.
Él era y siempre será mi persona. Siento que la vida nos ha puesto un barranco,
él está a un lado y yo al otro. Siento que ninguno de los dos lo podemos
saltar, y que la única solución es, dar la vuelta y seguir nuestro camino.
Nadie, físicamente hablando, se muere de amor, y todo en esta vida es
superable, ¿pero es eso lo que quiero?
Estoy viviendo con mi amiga Carla. Comparto habitación con
su hija, somos las dos niñas de la casa. Es un rinconcito donde me siento a
gusto, las paredes rosas y los dibujitos de la Frozen me hacen sacar la
princesa que llevo dentro. Sus queridos niños no paran de hacer ruido desde las
siete de la mañana, eso me permite llevarlo relativamente bien, ya que, no
puedo escuchar ni mis propios pensamientos. Sus hijos son adorables y mi compi
de cuarto dice que puedo quedarme a vivir con ellos siempre. Ella aún es
inocente, dice que mi príncipe azul está por llegar y que no deje nunca de
creer en el amor. Es fácil cuando se tiene cinco años y tu única preocupación
es: ¿qué día me toca ponerme el tutú rosa para ir al cole?
Por la noche Carla y yo nos sentamos en el sofá, abrimos unas
cervezas y nos ponemos a filosofar de la vida. Su marido es un encanto. Nos
deja el tiempo necesario para nosotras y tiene mucho tacto para sacar temas
nuevos de conversación sin mencionarle a “él”. Todos los maridos deberían de
ser como el de Carla.
A las dos semanas me decido a cambiar mi vida, aceptar que
lo nuestro se acabó, e intentar proseguir como pueda. Mis amigas no paran de
decirme que me haga un perfil molón en una red social. Yo que estoy
desconectada de todo esto, paso un sábado genial con mis chicas para ponerme al
día. Vamos de compras, a comer, a la playa a hacerme fotos para mi perfil y
luego a elegir la página que mejor se adapte a mí. Debo reconocer que es
divertido, pero en cuanto llego a casa dejo el móvil en la mesita y me tumbo en
la cama a pensar en él. Carla y su familia se han ido de finde y tengo la casa
para mí sola. Después de casi mes y medio hoy es el día donde puedo mirar fotos
antiguas de él, pensar en nuestros momentos, ver videos nuestros y despedirme a
lo grande de él. Con una botella de vino y la primera peli que vimos juntos:
Nothing Hill. A las tres de la mañana no puedo dormir. Cojo un folio rosa
perfumado y con un lápiz de purpurina me pongo a escribir la verdad. Me pongo a
escribir lo que realmente quiero en mi vida. Es él. Me hago la promesa que en
dos semanas si aún quiero, le enviaré la carta. Busco un sello de Frozen y la
pongo en mi bolso. Me he dado el plazo de dos semanas, porque quiero estar
segura de que lo que siento es de verdad. No quiero cometer el error, de que
sea un espejismo de los ecos de nuestra relación. Querer nos queremos, ¿pero
podremos estar juntos después de lo qué pasó?
Estas dos semanas me pasan más lentas que en toda mi vida.
Es un auténtico martirio, ya que, por no dejar la carta en casa de Carla
(aunque fuera escondida), me la metí en el bolso, y cada vez que pago algo, la
veo ahí. Rosa, cuqui, esperando a ser echada en el buzón, y confiar que tiene
una respuesta. En cuánto la tire se lo diré a mis amigas. No se lo he dicho a
nadie, porque no quería que me diesen la lata. Algunas personas estarán a
favor, otras en contra, algunas me dirán que tenía que haber sido él quién te
llamara, otras que he tomado una decisión acertada… Necesito hacer esto sola.
Necesito saber qué siente él, ya que yo, tengo claro lo que siento. Después de
estos dos meses separados, me he decidido a luchar por él. Lo nuestro es muy
bonito, es auténtico y creo que no he sentido nada así en mi vida, por nadie. No
quiero otro, le quiero a él, ahora y siempre.
Hoy es el gran día. Le puse en la carta que esta noche a las nueve y media, nos encontraríamos en nuestro restaurante. Me
he puesto un vestido nuevo. Me lo compré por si algún día tenía una cita con un
chico. Ahora me entran nauseas. Recuerdo la primera vez que me llevó a este
sito. Un japonés. Me encantó. Fue nuestra primera cita. Veo los platos pasar y
recuerdo cuál probamos y cuál no. Pido mi segunda copa de vino. Sé que no va a
venir. Él es muy puntual y si no viene, es porque no quiere venir. Muchas
preguntas se me acumulan en la cabeza. ¿Estará con otra? Dios… Me imagino una
morena entre sus brazos, alta, guapa, desnuda… No. Pienso en que le haya podido
pasar algo: un accidente, un atropello… No. Cómo he dicho antes si no viene es
porque no va a venir. Pago, me levanto y me voy.
Mientras vuelvo en el metro, me pongo a pensar en las cosas
bonitas de nuestra relación. Las cogeré y las guardaré en un rinconcito de mi
mente. Ya está, ya se acabó. Abro el wassap con una última esperanza. Pero no
hay nada. Nuestra relación ya no existe. Ahora solo me queda admitirlo y
superarlo. Es duro, muy duro. Es como un
doble rechazo. Yo, y mis ideas de Nothing Hill, de Frozen, de princesa que todo
le sale bien. Me siento como una idiota. Ha sido como una doble ruptura, ¿por qué
no ha venido? Esto duele muchísimo más que antes. Supongo que muchas veces las
mujeres tan emocionales como yo, necesitamos una confirmación de que hemos
hecho bien. Necesitamos tirarnos en el barro y revolcarnos hasta quedar
exhaustas y poder decir: “Vale, ahora me doy cuenta de que es el final, final”
Empiezo a temblar, supongo que estoy nerviosa por lo que me espera, el fracaso
gritado a los cuatro vientos: a mis amigas, amigos, familia, hermana…
Todo pasará me dice Carla. Él es el malo, no tú. Pero son
palabras que ahora mismo no me aportan, si él es el malo, yo quiero estar a su
lado. Con el tiempo sé que podré rehacer
mi vida, que el dolor cesará, que podré conocer a alguien… Pero ahora mismo
solo quiero cerrar los ojos y pensar en él. Mañana ya será otro día. Ojalá
cerrara los ojos y l vida se me fuera lentamente. ¿De verdad creéis que no se
puede morir de amor?
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