Una Tierra sana, un planeta curado, ¿un mundo sin plástico?

 

Estoy totalmente de acuerdo con la ecología. En mi familia se ha reciclado siempre, ya sabéis, plástico al amarillo, vidrio al verde, cartón al azul y orgánico al marrón. Para todo lo demás... Mastercard. Lo que me parece increíble es la cantidad de plástico que genera este planeta. Lo tenemos en todos los lados. La fruta viene envasada en paquetittos de tres, toda mona y apetecible, pero como en Instagram, es todo fachada. Cuando abres ese estupendo paquete de manzanas Golden es más latón que oro. Las sacas, las lavas y cuando te las vas a meter en la boca ves una roncha de color marrón justo por donde ibas a morder. Y otra vez piensas: “Si hubiese ido a la frutería...”

¿Qué me decís de los microplásticos? Me parece increíble que los peces coman deshechos plasticosos y que luego nosotros nos comamos a los peces. Llevo un año sin probar pescado por este motivo. ¡Nos estamos cargando el planeta!


Últimamente estoy conociendo a algunos chicos súper concienciados con este tema. Es apasionante ver cómo las personas se dan cuenta del cambio climático e intentan hacer lo posible para ayudar a nuestro planeta. Me apasiona debatir qué hemos hecho mal e intentar buscar soluciones absurdas y divertidas junto a un risotto de setas y a una botella de Nero D’Avola. Al no ser física ni haber estudiado nada relacionado con el medio ambiente, mi mente se deja llevar por la imaginación y puede soltar soluciones como: “Construyamos una nave espacial gigante y emigremos a Marte”. La verdad que a mí me das dos copas de vino y ya estoy haciendo planos de naves espaciales que funcionan con basura. Si el Delorean de Marty McFly lo hacía creo que tenemos basura suficiente para una centena de naves espaciales gigantes.


Después de la cena y el fabuloso debate medioambiental llega el momento íntimo. En ese instante te suben hormiguitas por el estómago y piensas si será tan apasionado como lo he sido hablando del deshielo de los polos. Te imaginas qué habrá debajo de esa camisa y si sus brazos serán tan fuertes como parecen. Después de los primeros besos y las primeras caricias vas descubriendo su cuerpo. Su torso está duro y suave, se te pone la piel de gallina al ir bajando por su ombligo y te parece que todo el calentamiento global está dentro de tu ser. Te desatas la coleta y dejas tu melena suelta, salvaje y libre. Te sobra todo: el vestido, los tacones, las medias, la ropa interior. Tus prendas han ido volando por el pasillo de la casa junto con las de él. Te coge en brazos y te tira a la cama con la fuerza justa para no hacerte daño, es fuerte pero cuidadoso a la vez. Genial, maravilloso, perfecto. Su tacto te pone la piel de gallina. Sabe dónde y cómo tocar, te mira, te sonríe, te lleva al éxtasis. Vas a buscar el único plástico que consideras imprescindible en la vida: el condón. Lo abres, le miras picarona, se lo das y él te dice: ¿En serio? ¿Lo tenemos que hacer con condón?”. Tu calentamiento global se enfría tan rápido como “Ice Age”. Te parece ver a Manny y a Sid mirándote desde la ventana...


A partir de aquí hay una variedad de escusas muy creativas. “Tengo el pene grande y los normales no me valen”, “Pierdo mucha sensibilidad con él y se me baja”, “Tengo cuarenta años, he tenido mujer toda mi vida y llevo veinte años sin hacerlo con preservativo”. Vamos por partes: Soy una mujer inteligente y puedo entender que no es lo mismo, pero a mí me valdría no sentir tanto y estar sano que hacerlo sin condón, dar marcha atrás y dejar preñada a una chica que has conocido en la discoteca de moda. Si tienes un pene grande ¿por qué no te traes tus propios condones en vez de esperar la inconsciencia de una chica que te deje meterla a pelo? Para mí el preservativo es fácil, limpio, no duele, no molesta y cuando acabas te lo quitas y pluff desaparece. ¿Cuál es la alternativa? La píldora, un chute de hormonas con mil efectos secundarios: hinchazón de piernas, retención de líquidos, engordar… y todo eso sin contar que no protegen de las E.T.S. El DIU. Un aparatejo que te tiene que poner un médico, por ahí ya vamos mal. Y aunque parezca una pedazo de piedra preciosa, ya que puede ser de oro, de plata o de cobre, vale un dineral y lo único que hace es protegerte del embarazo. Cómo veis las E.T.S campan por doquier con cualquier método anticonceptivo femenino.


Creo que la educación sexual no la deberíamos dar a los adolescentes. Sinceramente y por mi experiencia la deberíamos dar a los chicos de treinta y cinco para arriba. En esa edad uno de cada tres te pide hacerlo a pelo y es una molestia gigante tener que ponerse en plan profesora y explicarle los contras de ese acto, porque pros, solo hay uno: que él sienta un poquito más. Nunca me he considerado feminista pero estoy agotada de que mis citas acaben rogándome meterla sin protección por la gracia de su ser. Señores, no estamos en la época feudal, no tenemos ni que obedecer al rey y muchos menos a nuestra cita Tinder. Normalmente estas citas acaban haciéndome sexo oral desgraciadamente bastante mediocre y ellos se van sin ningún tipo de placer, ya que ha sido tan frustrante no poder metérmela a pelo que ya no tienen ganas de hacerlo. ¿Increíble, verdad?


Dicho esto, voy a explicaros que el placer sexual proviene del cerebro. El cerebro señores y no el pene es el que te hace sentir, gozar y extasiarte cuando ves a una mujer. El cerebro, la vista, el tacto, los preliminares, los besos, las caricias, las sonrisas, las miradas, la imaginación, los lametazos, los mordisquitos y el deseo que puedas sentir hacia la otra persona es lo que hace que el pene se ponga erecto, morcillote o flácido. Así que la próxima vez que os pongáis un condón y el pene os falle no penséis que es culpa del plástico; observar vuestras cabecitas y veréis que a lo mejor no están demasiado preparadas para follar con una mujer que tiene las cosas claras y que utiliza el plástico necesario para vivir sana, tranquila y feliz.




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