Adiós Mr. Big
Mr. Big murió la noche del veintitrés de junio del 2022. Yo, le maté. Mi querida Carrie, con su reboot de Sex and the city, fue premonitoria al anunciar en el primer capítulo que Mr. Big no era para siempre. Nada me hacía creer que el mío tampoco lo sería. Como ella, pensaba que nunca dejaría de escuchar sus quejas, disfrutar de sus ironías y compartir vinos peculiares junto a una mesa llena de platos imposibles pero deliciosos. A las dos nos han dado un duro revés, lo bueno que tiene Carrie es que su Mr. Big es de ficción, el mío era de carne y hueso.
La noche del veintitrés me maquillé, vestí y arreglé con un mimo especial. Era Sant Joan, una fiesta mágica en mi ciudad, teníamos toda la noche por delante para disfrutar de nosotros. Miles de planes revoloteaban por mi cabeza: podríamos tomar un vino aquí, después un cóctel allá. Él nunca lo supo pero uno de mis planes era pasear por nuestra ciudad hasta ver el amanecer. Me parecía una idea genial y muy especial para acabar la noche. Todo se torció sobre las doce. Mi cerebro se atrofió, mi subconsciente tomó el control y de mi boca salieron un par de balas que llegaron directamente al corazón de Mr. Big. No murió en el acto, ni siquiera le pude dar mi último adiós. Murió lentamente unas horas después, en su casa y totalmente solo. Así acabó nuestra historia. No había nada más, solo oscuridad, pánico y un absoluto desconocimiento de cómo sería mi futuro sin él.
Ahora imagino muchas cosas que no hice, que no dije, que no sentí. Imagino una noche de fiesta, de amor y de risas, como pasaron el resto de los mortales. Imagino que Mr. Big sigue vivo enviándome audios y animándome para que escriba los personajes de mi novela. Imagino que él estará en el cielo con una play gigante jugando doce horas seguidas sin dormir. ¿Los ángeles duermen? Si no es así ¡qué putada! A él le encantaba dormir. Imagino que él cogería las riendas del equipo celestial y entrenaría muy duro a los ángeles para que ganen, por fin, a Lucifer; sé que él es el único que lo podría conseguir. Mr. Big era un niñato de treinta y cuatro años pero tenía un tesón y una caballerosidad de sesenta y ocho.
Éso es sin duda lo que más voy a echar de menos. Su apodo era Mr. Big porque era tan caballero como el de Carrie. Obviamente tenía otras similitudes: era caprichoso, cobarde, no sabía gestionar sus sentimientos, generoso, culto, disfrutón de las cosas buenas y sobre todo de las caras, pero con lo que más me quedo es con su caballerosidad. Siempre me trataba especialmente bien, en todos los sentidos de la palabra. La forma de mirarme, de abrazarme, de cogerme de la mano. ¿Quién puede encontrar un caballero en pleno siglo veintiuno? Yo lo encontré, lo disfruté y se me fue. Creo que me puedo sentir afortunada por haberle conocido, él me ha cambiado, él me ha enseñado, me ha aconsejado y me ha ayudado. Sonrío al recordar anécdotas suyas, palabras, videos, ironías y sueños. Soy muy consciente que el hecho de vivir sin todo eso será terrible, duro, angustiante y casi mortal pero también soy consciente que te tengo que dejar ir. ¿Encontraré lo que sueño en esta vida? Pues cariñete no lo sé, pero quiero intentar vivir lo más feliz que pueda siendo como soy y aceptando las circunstancias que vengan como hago siempre con una sonrisa.
Mr. Big allá dónde estés acuérdate de mí. Te querré siempre. Tu Kirei.
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