Paris, Nueva York y yo.
A lo largo de nuestra vida hemos
visto miles de películas. La mayoría estadounidenses. Gracias a ellas, nos
hemos imaginado cruzando el puente de San Francisco; paseando por la quinta
avenida; o recorriendo el gran cañón con una mochila en la espalda. Pero ¿cómo
retratan las películas norteamericanas a la gente? ¿Es cierto lo que se ve en
la gran pantalla? ¿Y las mujeres, son exactamente así de carismáticas? Yo, que
no he conocido a casi nadie de Estados Unidos, me lo creo a pie juntillas.
Supongo, que los directores de cine, han exagerado un poco en la personalidad
dada a algunos personajes; pero estoy segura que todo parte de una realidad
evidente. Sabemos que las chicas de California son tan superficiales que les
importa más llegar a viejas siendo un “pibón”, que lo que contienen dentro de sus
adorables cabecitas rubias. En San Francisco, suelen ser más hippies, más
pasotas y más felices; supongo que por la cantidad ingesta de drogas que toman
a lo largo de su vida… ¿Y en mi querido Nueva York? ¿Cómo son las chicas? Ellas son histéricas,
neuróticas, habladoras, impacientes, irónicas. Lo quieren todo para ayer, y ya
no se conforman con una cara bonita, sino que además quieren un hombre
inteligente. ¿Me lo parece o estoy hablando de mí misma?
Pues sí, única chica cosmo es Nueva York. Los que me conocen, siempre verán mi conexión con esta ciudad.
Fue el primer viaje “a lo grande” que hice y no me decepcionó en absoluto. Es más, me
sentía como pez en el agua. ¿A qué es
debido? ¿Demasiadas películas de Woody Allen? ¿Demasiado Sex and the city? No lo sé, la verdad, pero me
encanta. Lo más curioso, es que no soy la única que lo he notado. El otro día
nos pusimos a ver Friends, y mis hijos dijeron: “Mama, ets com la Mónica! Sou
clavades.” Y sí, Monica Geller y yo somos almas gemelas. Soy maniática, no me
gusta que me cambien las cosas de sitio, soy competitiva, no me gusta perder y
reconozco que he mentido alguna vez para tener la razón. Soy apasionada, me
encanta que mi chico me haga reír y cómo ella, necesito una persona calmada que
a veces me pare, me coja de la mano y me diga todo irá bien.
Y así, Mr. Surprise y yo,
acabamos un largo día de trabajo, cenas y charlas con mis hijos, para que dejaran
de discutir y se pidieran perdón. Están en esa edad donde todo es una
competición entre ellos. Supongo que algo de “Mónica” han heredado de mí. Me
encanta el momento en que toda la casa está recogida, los niños acostados, y
solo estamos él y yo.
Nos pusimos el pijama y nos
metimos en la cama. Empezamos con los típicos besos suaves. Las caricias me
hacían temblar y mi cuerpo se dejó envolver por el calor que desprendía el
suyo. Llevábamos un rato de juegos previos cuando yo le empecé a desnudar. Él me
miró con cariño y me dijo: “Solo quiero mimos y caricias. ¿Puedo dormir
abrazado a ti?” A mí se me cayó el alma a los pies. Respiré hondo y me relajé.
Mi chico, Mr. Surprise, solo quería ser un amable hombre romántico. ¿Desde cuándo
yo, única chica cosmo, he dejado de sentir el romanticismo? Si me pongo a
pensar, hacía años que no dormía abrazada a alguien sin haber mantenido sexo
antes. ¿Barcelona es la nueva Nueva York, y ya no tienen cabida los besos
suaves y las caricias sin sexo? ¿Las chicas nos hemos vueltos tan irónicas que
ya no creemos en el caballero romántico? ¿Es Barcelona o mi sangre yanqui? Me fui
a dormir pensando en todas estas cuestiones. En el fondo de mi corazón la
situación me dolió. A él le valía con abrazarme durante una noche entera. Se
sentía confortable, se sentía querido, se sentía amado. Yo, en cambio, lo
primero que pensé era en sexo. ¿Por qué?
Cuando me desperté, el
romanticismo había regresado a mí. Me quedé aliviada. No lo había perdido.
Estaba allí, en algún rincón de mi ser, esperando a que un hombre de verdad
viniera y lo pusiera en marcha. Y me alegro que haya sido él: Mr. Surprise. Os
parecerá una tontería pero creo que gracias a eso, nuestra relación ha pasado a
ser más fuerte, más sincera y más romántica. Lo siento por la parte neoyorquina
de mi ser, la ironía y el histerismo se van a acabar durante un tiempo. Esta
vez soy parisina. Una parte de mí siempre lo ha sido. La moda, los cafés, los bistrós,
palabras que también me representan y por supuesto me encantan. Y sobre todo la palabra romanticismo. Cierro los ojos y me imagino paseando por sus calles, comiendo esos postres maravillosos, mirando escaparates y pensando que hace un siglo Chanel estaba creando en este mismo lugar. Os voy a contar un secreto. ¿Sabéis que nunca he querido ir porque no había encontrado nadie tan espeial para acompañarme a pasear por las calles de esta ciudad? Creo que ya lo he hecho. Iré allí con él. Con el chico que me enseñó a sentir el amor. Porque… ¿Qué ciudad hay más romántica que París?
Comentarios
Publicar un comentario