Piel con piel.















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Habíamos cenado maravillosamente bien. Un japonés siempre era un acierto. La comida no es muy pesada, hay mucha variedad de locales en Barcelona, depende de la economía de cada persona. Yo principalmente suelo ir a los baratitos, ya sabéis, que como madre soltera, una no puede permitirse grandes lujos; pero esta noche me había dejado deslumbrar por un fantástico menú degustación que me había hecho perder los sentidos y tengo que reconocer que también la vergüenza. Había hablado mucho, de todo, demasiado, y hasta me había atrevido a pedirle subir (algún día) a una casa que tenía perdida en la montaña. Si se ofende le echaremos la culpa al vino; no sé porqué siempre me afecta convirtiéndome en una sinvergüenza. Única chica cosmo no tiene tanto morro… ¿o sí?.

Después del fantástico menú que como buen caballero desembolsó él; yo le invité con gusto a unas copas post cena que dicho sea de paso, dio lugar al típico juego de miradas, risas, rozar la mano sin querer, e intentar adivinar si la persona con quien estás compartiendo la mesa está pensando en compartir también la cama. Los besitos en el cuello que me dio al final de la copa me dejaron las cosas bastante claras. Así que allí fuimos cogiditos de la mano y besándonos en cada farola (como dice Sabina).

Llegamos a su casa. Para mí siempre es una experiencia muy guay. ¿Cómo será su hogar? ¿Será ordenado, maniático? Su casa me pareció a primera vista acogedora. Tenía una habitación, lavabo, y, cocina integrada en el comedor. El comedor era grandecito y estaba muy ordenado. El lavabo era amplio (es lo primero que pisé) entré el vino, y la copa ¿qué queréis?… Y sin duda lo primero que me fijé fue que tenía bañera. La gente que me conoce lo sabe, me encantan las casas con bañera. Yo debo descender de una familia nipona porque no he conocido a nadie que le guste más el agua que a mí. Me quedaría horas en la bañera, y si es acompañada podría dormir y todo en ella… Así que después de tener un mini sueño erótico con él y la bañera salí disparada hacia donde estaba para seguir disfrutando de nuestra pasión. Por cierto hay que ponerle un nombre a este chico… mmm… Ya lo tengo. Le llamaremos G. Sí, como el punto, no veo nada más adecuado.

Continuamos nuestra sesión de besos en el dormitorio. Allí entre beso y beso nos fuimos desnudando, a momentos despacito y jugueteando, a momentos apasionados y desgarrando la ropa que volaba por encima de nuestras cabezas. La verdad que fue un primer polvo sorprendente. Por la intimidad de G no relataré demasiado posturas o momentos sexuales. Perdonad, mis queridos lectores, pero creo que con el apodo que le he puesto ya estoy dando muchas pistas de como fue la noche… ¿No creéis?

Bah, no me puedo resistir a confesaros una última cosa. En general me parece muy significativo los momentos post polvo. Yo, he tenido buenas experiencias sexuales, regulares y malas; vamos como todo el mundo, pero lo que me hace sentir más especial, o a veces no, es el comportamiento post orgasmo. Hay gente que se gira a un kilómetro y se pone a dormir, sobre todo si es su casa. Otros se dan una ducha y luego te dicen: ¿te pido un taxi?, algunos se van vistiendo al acabar y se largan. Estos normalmente van a tu casa para poder pirarse justo después de correrse. Algunos tienen tanta prisa que creo que se fueron con el condón puesto y todo… Los más cuquis se agarran a ti y no te sueltan en toda la noche. Eso puede sonar muy romántico pero si te lo hace un tío de 1.95 que ocupa toda tu cama de arriba a bajo y de lado a lado pues el romanticismo os aseguro que se va por los poros y piensas necesito espacio al menos para respirar. Lo siento chico pero es una mala costumbre que tengo…

En este caso G fue perfecto. Me diréis que soy exagerada. Y no os niego que sí, pero no es mi culpa, tampoco la del vino, eso lo llevo en la sangre, soy andaluza y eso está en nuestro A.D.N. Algunos me llaman hasta Drama Queen, y también os reconozco que lo soy. Pero G me abrazó durante un rato, y luego me dio la libertad de girarme y dormir bocabajo. La gente que me conoce mucho, sabe que hasta embarazada dormía mirando al colchón. Hay una anécdota que siempre cuento sobre ello: Una vez me giré dormida estando embarazada de ocho meses y me puse bocabajo y me quedé como una arañita que ni los brazos ni las piernas me tocaban al colchón. Pensé en mi pobre hijo no nato que estaba aguantando todo el peso de su madre y empecé, como pude, a despertar al padre de mis hijos. El pobre tuvo que, a pulso, girarme y ponerme bien para poder continuar con nuestro sueño. Él, no dijo nada, pero creo que en aquella época pesaba bastante más su persona. Desde entonces me llamó “Po” como el protagonista de Kung fu Panda…

Pero volvamos a G, se portó genial conmigo, me dejó espacio en su cama, me giré y no me dijo nada, de hecho si no recuerdo mal aprovechó para tocarme el culo un rato. Lo único malo que tengo que decir es que cuando me desperté estaba en pijama. ¡En pijama! Pero si lo mejor de acostarse con alguien es dormir desnudo y tocarte piel con piel. (De ahí el título de esta entrada). ¿No os mola a vosotros estar desnudos en la cama, girarte y tocar sin querer un brazo, una pierna, la espalda, y recorrer su piel? A parte G tiene una piel súper suave. Da gusto tocarla. Es super agradable sentir cómo se eriza, como se relaja, juguetear con sus dedos, con su pecho... Pero de verdad, que lo del pijama, nunca, nunca, nunca me había pasado. De hecho, ¿Alguien usa pijama después de los diez años? Yo para estar en casa siempre acabo poniéndome mi ropa de “yonky” camisetas de hace veinte años rotas y descoloridas, pantalones que parecen de Caritas que no recuerdo de donde los he sacado, y calcetines de mis hijos que para eso usan la misma talla que yo.

Esta claro que esto del pijama hay que solucionarlo. La próxima vez que vaya a su casa (si es que vuelvo) se los esconderé todos y le haré mamadas hasta que se duerma, así le podré enseñar el placer que es dormir piel con piel.

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