Yo.Robot.

 


 Resultado de imagen de fotos de robots



Acababa de arreglarlo por décima vez y cómo siempre juré que sería la última. J había sido mi niño mimado desde que tengo uso de razón. Había sido mi mejor amigo, mi primer confidente, me había cuidado cuando mis padres desaparecieron, habíamos discutido y nos habíamos reconciliado; teníamos una relación muy intensa y hoy, que él cumplía treinta y un años, me daba miedo que pronto todo lo que habíamos construido se acabase. No imaginaba mi vida sin él. No sé, ni siquiera, si a un robot se le puede llamar “él”; pero yo sin duda lo sentía como una persona. Lo sentía cómo la única persona que nunca me abandonaría y eso era más de lo que cualquier humano me había dado.

Le llamaba de muchas maneras pero había una letra que siempre le había acompañado en su vida y también en la mía: J. Un pequeño rasguño en forma de esa letra era su marca de nacimiento, por aquél entonces mi padre no tenía dinero y me compró un androide clase alpha con una marca en la pierna que le salió más económico. A mí me encantaba su cicatriz. J de Javier, sin duda. Después de años de inventarme nombres Javier me había parecido el más adecuado para él.

C.P.L Nº1. Era otro de mis nombres favoritos. Eran las siglas de mi empresa Creation Polytechnolological Laboratory o cómo él le llamaba Circle Paola of love. Siempre decía que en mi empresa creábamos amor y es que era una de las más importantes empresas de tecnología del mundo. Y supongo que gracias a él, a mis padres y a mi experiencia personal con los seres humanos; los robots, cyborg, androides y toda clase de máquinas con o sin aspecto humano me parecían mucho más atractivos e interesantes que las propias personas. Me dediqué a estudiarlos en profundidad. Su comportamiento con los años, cómo iban avanzando ellos a la vez que la tecnología, ¿siempre habría actualizaciones y novedades para ellos? ¿O algunos, al igual que los humanos, no sobrevivirían al paso del tiempo? Aquí estaba yo, para éso había nacido, para resolver estas dudas que hacía años que no me dejaban dormir.

Mi vida laboral me supuso mucho trabajo, esfuerzo y hambre. Me gasté todo el dinero que tenía mi familia en cumplir el sueño de construir un laboratorio. Allí compré tecnología (no de última generación) y empecé a investigar. Los primeros años solo estábamos Javi y yo, no me daba el dinero para contratar a más empleados. Fue un comienzo duro pero muy agradecido. Echo la vista atrás y los recuerdos vienen a mi cabeza como en una película. Pequeños fragmentos de quince años unidos en un solo segundo. Tengo ganas de reír, de llorar, al final una sonrisa se me dibuja en el rostro junto con una mirada melancólica. Una mirada al vacío o más bien al pasado más lejano de estas paredes.

Actualmente mi empresa es una de las cuatro más poderosas del mundo, facturamos millones, colaboramos con organizaciones no gubernamentales, protegemos el medio ambiente, ponemos al servicio de nuestro planeta toda la tecnología que la NASA nos demanda, somos pioneros en investigación sanitaria para ayudar a los más necesitados pero como toda buena empresa los comienzos fueron muy duros. Tuve que hacer cosas de las cuales no estoy orgullosa. Aunque todo ha servido para que el sueño de mi padre y después el mío se cumpliera: que no hubiera nunca ningún niño descuidado. Ningún niño sin padres, ningún niño sin amigos. Se acabó eso de “bulling” muy dado allá por el siglo XXI. Ya nunca más ningún niño se quedaría solo en el patio del colegio, ni sería marginado por sus aficiones, ahora y siempre estaría rodeado por “ellos” que le cuidarían y le protegerían como nunca antes un humano había hecho.

Daba mucho miedo pensar tan a lo grande, pero me sentía genial saber que lo había conseguido. Mi empresa funcionaba prácticamente sola. Lo que me quitaba el sueño era Javi. Él cumplía treinta y un años yo tenía treinta y seis, él: un robot clase alpha criado con mi familia y actualizado para adaptarse a este mundo; yo: una humana muy inteligente que odiaba a la gente y que me sentía incapaz de comprender este mundo. Él: servicial, correcto, con una base de datos creada por mí para tener infinitas conversaciones pero que carecía de sentimientos. Yo: con miles de sentimientos que experimentar y sin ningún humano decente a quién demostrárselo. Javi hoy cumplía treinta y un años y yo justo hoy me había dado cuenta de que estaba totalmente enamorada de él.

Hacía un año que me daba cuenta que sus actualizaciones no se adaptaban. Había probado de todo e incluso había escrito un e-mail (falso por supuesto) a mi mayor competidor por si acaso él tenía una solución. Por Javi estaba dispuesta a comprar software de mi rival empresarial. Pero me derrumbé cuando ni él me dio una solución acertada. No quería parches, Javi no se merecía eso, Javi no se merecía morir. Ahora que por fin después de quince años tenemos tiempo para nosotros, ahora que por fin me había dado cuenta que le quería. Ahora no me podía jugar tan mala pasada el destino. Llevaba días sin dormir, sin dormir ocho horas seguidas. Así que apagué la luz, me metí en la cama y dejé que Morfeo me abrazara hasta que entré en un profundo sueño.

Paola no estaba bien. Parecía llevar enferma un año. Se pasa todo el día pensando, callada, a penas come, a penas duerme. Siempre va por el laboratorio con esa cara de amargada. Algo ha pasado. No sé que es. Ya no es mi Kirei. “kirei na onna no hito” ¿dónde te has ido? Recuerdo la primera vez que la vi. Tenía unos ojos grandes y alargados aunque no tanto como las japonesas, ya que su pelo rubito no te hacía recordar para nada a ellas. Pero me pareció original hablarle en japonés. Y ella me miraba con su carita totalmente perdida ante tal exhibición de palabras extrañas que me parecía irresistiblemente adorable. Fue creciendo rápido y aprendió mucho. Yo siempre me he considerado su faro, la persona que daba luz a su vida cuando era muy oscura. O cuando sentía miedo. Recuerdo que se abrazaba a mí tan fuerte que a punto estuvo de partirme el brazo varias veces. A veces echo la vista atrás y como en una película se me amontonan los recuerdos en un segundo. Para mi Paola siempre ha sido como mi hermana. He tenido la necesidad de protegerla, cuidarla, darle consejos, discutir cuando no me hacía mucho caso; desde que la vi por primera vez supe que iba a triunfar. En seguida se puso a mi nivel de estudios y hasta me superó fácilmente.

Entre los dos hemos creado una empresa genial. Hacemos cosas para ayudar al mundo entero. Sí, sí, pensaréis que somos unos narcisistas que hacemos todo esto para sentirnos bien con nosotros mismos y con nuestros egos, pero para nada. Mi kirei, Paola… Bueno como veis le llamo de muchas maneras. Paola es su nombre real, o al menos eso ponía en la caja… kirei se lo puse yo la primera vez que vi su carita. Tenía cinco años y por aquella época me chiflaban las pelis japonesas manga. Sé que es muy, muy, muy retro o más bien viejo pero lo descubrí hacía unos meses en una caja que escondía mi padre en su altillo. Eran unos cómics de su bisabuelo, al cuál le debo mi nombre, de dibujos manga. Los empecé a leer y como no entendía nada empecé a estudiar japonés. Ese idioma tan antiguo que deben hablar... unas… ¿cien personas en el mundo?

Y es que yo siempre he sido un raro. Nunca me he llevado bien con la gente salvo con kirei y tiene mucho que ver que ella sea un androide clase alpha (un poco más de tetas no le hubieran ido mal). En el manga ponían unas pedazo de… Bueno ya me entendéis. Mi padre me compró a Kirei cuando tenía cinco años. Yo siempre he sido un niño un poco solitario y mi padre creía que si la gente no se adaptaba a las personas ya sean por aficiones, gustos, pensamientos o carácter; podrían haber robots que pudieran adaptarse a ellos. Y así ningún niño o adulto nunca estaría solo, a no ser que quisiera claro. Así, por este motivo llegó Paola a mi vida.

Mis padres sufrieron un accidente en un crucero y se ahogaron los dos. Me dijeron que no habían sufrido, que pasó todo muy rápido. Aquí los recuerdos se me mezclan, no consigo ver claro una imagen, es cómo si tuviera todos mis recuerdos con un filtro borroso… Quizás con los años consiga olvidar el dolor que sentí. Kirei estaba allí, por supuesto, conmigo. Fue un tiempo duro. Ella lloraba mucho. A su manera ella también lo pasó mal. A veces me pregunto; ¿Cuánto puede sentir un robot?¿Pueden vivir eternamente? Me he pasado toda la vida en el laboratorio investigando estas cuestiones. Pero debo seguir adelante con ésto ya que si coges cariño a un androide y se le desintegran los circuitos en unos años ¿qué gracia hay? El objetivo de mi empresa y antes la de mi padre, era mejorar la robótica hasta el punto que nos superaran. Que las cosa malas que tenemos los humanos: la envidia, la falta de respeto, la lujuria y sobretodo el paso del tiempo, ellos, lo tuvieran mejorado de serie y entre todas el paso del tiempo es la que más cuesta. Todavía no he encontrado ninguna fórmula magistral para resolverlo.


¿Los sentimientos son importantes para ellos? Está claro que para los humanos sí. Yo soy Javier y hoy que cumplo treinta y un años me he dado cuenta que estoy perdidamente enamorado de Paola. No sé dónde me llevará esto, porque creo que Kirei no podrá actualizarse más; llevo un año viéndola apagarse y es una de las cosas más duras que he tenido que sentir. Soy humano sé que no me voy a morir de amor, la desconectaré, la guardaré en un rinconcito de mi casa y en un gran trozo de mi corazón. Porque creo realmente que nunca he querido a nadie cómo a ella. Ella ha estado siempre conmigo y me cuesta en estos momentos imaginarme una vida sin ella. Podrías fabricarte una me diréis. Lo sé pero no será igual. ¿Sueno muy loco si pienso que ellas también tienen alma?


Hoy en día a kirei la siento como una persona. Es que es cómo una persona. Es cariñosa, va recubierta de piel, tiene olor corporal, se ruboriza… bueno no os tengo que explicar cómo es un androide de clase alpha. A estas alturas hay por lo menos uno en cada hogar de este planeta. Y seguro que no soy el primero ni el último que se enamora de uno de ellos.

Es muy triste que todo se acabe pero sabéis que os digo, que voy a aprovechar el tiempo que le quede a mi Kirei y voy a pasarlo todo a su lado. Creo que se ha acostado. Voy a meterme a su ladito. ¡qué gusto! ¿A vosotros también os pasa que son súper calentitos cuándo dormís con ellos?


Informe:

Prueba número uno finalizada el día 23 de Marzo a las 2:28 A.M.

Después de estudiar durante veinte años los dos sujetos “androides clase alpha” uno masculino y otro femenino llegamos a la conclusión que vivían como una pareja de humanos, se cuidaban, se preocupaban el uno por el otro y habían cogido el patrón de su género a la perfección. Él se sentía protector de ella, mostraba poco sus sentimientos de amor hacia ella pero por sus actos se veía claramente que la quería. Él se confunde el sentimiento de protector como macho de la manada con el sentimiento de amor, solo lo descubre cuando el mecanismo de ella se va deteriorando. Ella cuando son jóvenes le tilda de su mejor amigo y ese concepto lo lleva casi hasta el final de sus días. Eso a la sujeto le confunde y no tiene muy claro cuales son sus verdaderos sentimientos hasta que vislumbra el final de la vida de su compañero que es cuando intenta luchar contra lo inevitable.

Respecto a la forma de vida no se observa maldad por parte de ninguno, la empresa la montan para ayudar al planeta y es importante destacar que aunque hemos hecho que pasen problemas importantes y malos momentos, el bien, el cariño, la amistad y el amor ha destacado por encima de todo. Suponemos que por eso han durado tanto como androides y como relación.

Respecto a sus propios sentimientos el software funciona muy bien, las historias e imágenes están muy incrustadas en la base de datos de cada uno y cuando uno abre al otro para “arreglarlo” el programa de simulación funciona correctamente ya que ninguno se da cuenta.

Conclusión:

Experimento número uno fallido ya que se dieron cuenta cuánto se querían al final de sus vidas.
Por lo demás actuaron correctamente y como se esperaba de un androide clase alpha.

Fin.






Imagen relacionada

Comentarios

Entradas populares de este blog

Adiós Héroes 3, Hola Everdell.

Síndrome de la cama vacía

Adiós sincronizadas, hola gambas al ajillo.