¿Desapasionadamente apasionados?

La pasión es algo que no se ve pero se siente. Es algo primordial para las relaciones y en especial para mi vida. Yo, chica cosmo, necesito sentir pasión en todo o casi todo lo que hago, si no mi vida no tiene sentido. Me emociono si veo a una amiga que hace un mes que no sé nada de ella; la achucho, la beso, la abrazo y hasta la cogería en volandas si mis brazos me lo permitieran. A mi pareja necesito decirle cada dos por tres cositas tiernas, necesito tocarle, necesito amarle muy habitualmente. Puedo parecer pesada, agobiante o llegar a cansar pero si mi pareja me quiere y quiere estar conmigo es algo que deberá de aceptar. En mi trabajo, en mis aficiones, con mi familia... me encanta sentir esos remolinos en el estómago cuando estoy a punto de hacer algo nuevo, agradable, emocionante e inesperado. Digamos que la pasión que siento por las cosas y las personas es mi motor para vivir; si mi pasión falla, algo en mi vida no anda bien. Y me encanta ser así. Muchas de mis amigas se quejan de que los chicos no tienen pasión y si os fijáis un poco en las personas de vuestro alrededor os daréis cuenta que últimamente falta mucha energía en la calle. La gente va corriendo, de mala leche, insulta cuando conduce, se queja de los precios de todo, de los extranjeros que inundan su ciudad, de las bicicletas... Ver unos segundos una calle cualquiera de mi ciudad es ver malestar en el ambiente. Da igual que sea primavera, que el tiempo esté mejorando o que te hayas comprado los billetes para tus futuras vacaciones. El tema es quejarse de todo y de todos así que este texto está dedicado al buen rollo, a la felicidad y a la pasión; sobre todo a la pasión. Incluiremos también a la gente que necesita aprender a involucrarla en su vida como si de un accesorio más se tratara. Os aseguro que sentir las mariposas en el estómago cuando uno va en el metro a ver a su novio, cómo si fuera la primera vez aunque llevéis tres años, es lo más maravilloso que existe en este mundo.
Samantha y su pasión por la pasión
Cuando conocí a Samantha me sorprendió su magnetismo. Era una mujer guapa, fuerte, que sabe lo que quiere y nada que ver con las niñerías cursis que tienen las otras mujeres. Ella me atrajo al instante, era morena con el pelo largo, guapa, buen cuerpo y espectacular sonrisa. La primera vez que hablé con ella, fue tras nuestra clase de Pilates. Me costó acercarme pero me atreví porque vi que me había mirado varias veces. En el aparcamiento nos pusimos ha charlar empezando por las clases y la conversación fue derivando hacia temas de nuestra vida. Me explicó su profesión, me habló de su familia, de sus hobbies y me contó que su última relación fue bastante complicada y le había dejado tocada respecto a los hombres, así que no buscaba nada ahora mismo, pero era positiva y sabía que el tiempo lo curaba todo. No sabía si sorprenderme y alegrarme de haberme contado una historia tan personal, o preocuparme porque me veía "mono" que para las chicas significa "chico sensible que se le puede contar todo porque me respectará siempre y hasta podré dormir en braguitas a su lado y nunca me hará nada" y los chicos vemos un "¡mierda! Estas mallas tan apretadas ya me han hecho parecer gay y me va a tratar como un hetero-amigo grgrgr" Tras tal disyuntiva opté por ir con pies de plomo así que me despedí hasta la próxima clase y me fui de allí casi sin darle tiempo a reaccionar. Prefería que me tratase de cobarde que de gilipollas.
- Aquí Patricia al habla, dime cariñete-
- Soy Sam. Necesito ayuda. Estoy conduciendo llámame al otro que en este no tengo bluetooth. Rapidísimo...-
"Joder espero que no esté en peligro"
- Sí-
- Sam soy Patri-
- Patri! Siento la llamada de peligro, no me ha pasado nada. Estoy bien. Bueno físicamente quiero decir. Pero... bueno siéntate que va para rato. ¿Te acuerdas del tío ese que te conté que estaba muy bien de la clase de Pilates? Pues es gay. Aunque no lo creo. Es cobarde. Gilipollas. Es un cobarde gilipollas. La cosa no iba mal, se ha quedado después de clase en el aparcamiento. Hemos charlado, primero del gimnasio y luego ya de nuestra vida más personal y...-
- ¿Lo habéis hecho en tu coche? ¿Llevabas condones? agggg ¿Se ha corrido dentro?-
- Patri, para, para que no es nada de eso. Se ha ido. Y no de correrse. Justo cuando estábamos a unos centímetros de juntar nuestras bocas. El tío ha dado la vuelta y se ha ido.-
- ¿Qué? Es gay... Cobarde... Gilipollas...-
- Es un cobarde gilipollas- dicen a la vez las dos.
- Te voy a dar un consejo: deja pasar una clase y si te mira igual, envíale un mensaje para quedar... no sé a ensayar posturas de Pilates en la playa. Eso es muy cósmico. muy zen, muy de los chacras, ¿no? Ahí cae seguro. La playa, las olas del mar, mucha licra por medio... pufff me estoy poniendo hasta yo.-
¿Lo había entendido bien? ¿Al atardecer? ¿En la playa? ¿Para ensayar posturas? Él no estaba familiarizado con los fundamentos del Pilates pero si fuera mal pensado diría que Sam quería follar. Borró de su cabeza esas afirmaciones y pensó sólo en los ejercicios. Ella ya había llegado y estaba mirando al horizonte muy concentrada. Suspiró y pensó en su conversación, seguro que lo había pasado muy mal con ese cabrón ¿quién podría hacer algo feo a alguien como ella? sólo le faltaban las alas para ser un ángel. Para él fue una velada extraordinaria. El mar, la arena, un paseo por la playa después del ejercicio, sin querer había logrado pasar una de las mejores noches que recordaba, y sin sexo. La ausencia de él le hacía valorar más las otras cosas de la vida. La belleza, la ternura, el dinamismo que tenía Sam, el buen rollo, la sabiduría y la experiencia que tenía con el Pilates. En fin una chica increíble. Creía profundamente que se estaba colgando de ella.
Sam estaba muy enfadada. El consejo de Patri no había dado resultado. ¿Acababa de cumplir los treinta y ya había desaparecido sexualmente para los hombres? ¿O para este en particular? Se quedó con esa idea mientras iba hacia el coche.Estaba claro. Este chico no tenía pasión. Era "mono" podría convertirse en uno de sus mejores amigos, escuchaba, hablaba, era gracioso pero le faltaba ese punto de atrevimiento y pasión que hacen a los hombres unos "machos". Le vino a la cabeza su último polvo: ¡Jesús! Él no habría dudado en revolcarla sobre la arena nada más verle con esos shorts ajustados. Sólo de pensarlo se lo pusieron duros los pezones. Así que le llamó. Su relación era así. De follamigos. Bueno más folla que amigos, porque con él eso de "hola, llamo para hablar" no servía de nada. Ambos sabían las reglas: si estaban cachondos se llamaban y si estaban libres se follaban, si no se jodían. Ellos nunca hubieran podido ser una relación, ni una pareja, ni siquiera amigos. Pero Sam sabía que en el sexo, de momento Jesús era el mejor. Y así fue de nuevo: en cuánto abrió la puerta él la cogió en brazos y la espachurró contra la pared. Fue pasional, como ella necesitaba, fue efectivo, su orgasmo le hizo temblar, fue... raro. Y es que después del polvo a las cuatro de la mañana cuando llegó a su casa no podía parar de pensar en el cobarde-gilipollas. Esta vez el sexo había sido más que sexo, había enseñado a Sam lo que necesitaba: pasión más hetero-amigo. Estaba claro, debía hacer que el cobarde sacara la pasión que llevaba dentro. Se daría un último intento. Si este fallase, lo dejaría en su lista de hombres demasiado ñoños para Sam. Porque... ¿y eso de amigos? Bahhh! Ella nunca había creído en que un hombre y una mujer pudíeran ser amigos. Se metió en la cama mirando su cajón, ese cajón que todas tenemos de: condones, geles. juguetitos sexuales, picardías... y se durmió pensando: "ahora sí"
"En su casa" pensó. "O me ve muy mal en Pilates, o esta vez si que busca otra forma de relajarse". Y allí estaba Sam vestida con un impresionante traje negro, con una mesa puesta como en los mejores restaurantes de la ciudad y con una sonrisa pícara que no dejaba lugar a dudas de lo que quería y deseaba: "a mí" Él cambió su actitud totalmente. Ahora que tenía claro que no se equivocaba se lanzó con todas sus fuerzas y se tiró de lleno en esa velada tan sorprendente e inesperada que tuvo. Hubo sexo, hubo pasión, dulzura y risas. Ahora sí que podía decir que Sam era perfecta, un poco ángel y un poco diablo como a él le gustaban. No sabía si esto duraría más que esta noche, ni se lo planteaba. Ya había perdido mucho el tiempo con ella y fuese lo que fuese, durase lo que durase él se daba por satisfecho.
Se despertó a las diez de la mañana totalmente abrazada a él. Habían dormido poco pero estaba descansada. Se rió de su situación y de lo impaciente y tonta que había sido y se decidió a disfrutar de aquél cobarde-gilipollas cada segundo que estuvieran juntos. Miró su cajón y le sonrió, estaba medio abierto, con la tapa del gel enganchada en el pomo, los condones en el suelo junto a su picardías negro; recordando que casi se lo rompe de la pasión con que se lo quitó. Tenía claro que en otros aspectos de la vida su cobarde-gilipollas quizás no fuera pasional, pero en el sexo le sorprendió y con creces. A veces no tienes que elegir entre pasión y bienestar. A veces hay que esperar que la vida te lo traiga todo.
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